Quince días. Suficiente para crear una rutina.
Suficiente para necesitar algo o a alguien, para que se funda en nuestro
paisaje cotidiano y lo extrañemos si no está. Quince días. Un período
de tiempo que se repite casi de forma rítmica.
Un te doy y un te quito que, según los principios del condicionamiento
operante, puede volvernos locos porque creamos rutina en quince días,
pero necesitamos mantenerla para seguir cuerdos. Quince días, tiempo
suficiente para necesitar algo, o a alguien, tiempo
insuficiente para asentar comportamientos o estados de ánimos. Como
encender sin parar cerillas pero nunca para encender un fuego. Solo por
el placer de ver la pequeña explosión, para luego dejar la cerilla
quemada en la mesa, junto al cadáver de otras tantas
cerillas calcinadas. Quince días. Si nos los van a quitar, ¿preferimos
probar el sabor de esos quince días?
-N/GON-
No hay comentarios:
Publicar un comentario